Una consulta olímpica

La primera vez que lo visité fue hace trece años. Estaba en mi casa dolorida por culpa de una muela y una ex novia de mi hermano me lo recomendó. Me dijo que hacía tiro con su papá en Tiro Federal y que atendía por Omint. Lo llamé y, a los pocos días, entré por primera vez a su consultorio. En aquel momento, tenía una secretaria que rondaba los 60 años. No me acuerdo su nombre, pero estoy segura de que me quería un montón. Cada vez que llamaba, bastaba con decirle "Hola, soy Delfina" para que su voz cambiara y me dijera entusiasmada "Delfina, hace tanto tiempo, ¿cómo estás?". En ese punto, tenía razón. Nunca me caractericé por ser una buena paciente. Pocas veces volvía a los seis meses como me pedía, más de una vez superé el año. Sin embargo, teníamos nuestras rachas. Dos conductos y las muelas de juicio hicieron que lo visitara una vez por semana durante varias semanas.Su consultorio estaba sobre la avenida Santa Fe. Salvo la primera vez que fui, nunca supe la altura exacta. Siempre llegué de memoria. Y salvo la primera vez que fui, nunca supe su piso. Siempre le tuve que preguntar al encargado cuál era. En un momento, empezó a contestarme: "Anotalo, 5°E". Yo nunca lo anotaba y él se daba cuenta. Hasta que un día, decidí editar el contacto: "Juan Carlos Dasque 5 E".La primera vez que entré a la sala de espera me llamó la atención la cantidad de medallas, copas, cartuchos de tiro que tenía en una repisa sobre la pared. Ayer, la última vez que lo visité me contó que muchas de esas medallas de oro que había ganado no eran de oro realmente. Se había enterado años después y se había sentido estafado. La charla empezó porque arriba de su escritorio, adentro de su consultorio, tenía dos Olimpia de Plata: uno del año 2007 y otro 2008. Mientras me escribía la última receta, agarré uno de los Olimpia y le dije:

- Es pesado

- No son de plata. ¿Podés creerlo? - me respondió y me mostró unos detalles que confirmaban sus dichos.

El consultorio lo conocía de memoria, pero desde el momento en que lo llamé por teléfono para pedirle una consulta simplemente porque a partir de agosto me cambiaban la Obra Social después de quince años, me puse nostálgica. Así que volví a leer la carta que le había escrito Cristina Kirchner por participar de los JJOO de Pekín, la nota que había aparecido en el diario al día siguiente de ganar su Medalla de Oro en los Panamericanos 2007. Detalles encuadrados de su mejor momento como tirador profesional que tenía colgados junto a su título universitario. Al terminar la receta, me explicó cómo hacerme unos buches y, al firmar unos papeles, a él también lo noté nostálgico. "Hace trece años viniste por primera vez. Tengo acá tu primera consulta". Quien me conoce sabe que en el fondo soy una maricona y, en ese momento, me dieron ganar de llorar. Nos despedimos con un abrazo y me tiró un chiste: "No te olvides de conseguirte un sponsor. Nike o Adidas da igual". Cada vez que lo visitaba, lo primero que me preguntaba era sobre mi vida futbolística. Sabía que me encantaba. Y como profesional que era trataba de darme consejos, sin saber que ni cerca estuve de tomármelo de esa manera. Recuerdo que una vez se enojó y me dijo que no importaba si el torneo que yo jugaba era amateur, tenía que prepararme como si no lo fuera. Y, sin saberlo, aquel día le hice una pequeña entrevista. Yo le preguntaba cuando él me permitía hacerme algún buche de agua y él se explayaba mientras me arreglaba la boca:

- ¿Cuándo decidiste ser un tirador profesional?

- Cuando tenía veintipico me puse como meta participar en un JJOO. Hice tiro desde chico gracias a mi papá y retomé después de la facultad. Ahí me lo tomé en serio. Tuve dos desilusiones, en los Panamericanos anteriores a Río. Ahí gané la medalla de oro y fui directo a Pekín.

- Entonces, si en 30 años yo me propongo participar de unos JJOO en Tiro tengo chances...

- Yo hice tiro desde los seis años, pero si te lo proponés seriamente, podés lograrlo.

- ¿Vos serías mi entrenador?

- Durante muchos años, yo no tuve entrenador. Sí hice varias clínicas - y me nombró varios nombres que mi cabeza olvidó. - Es algo que te va a demandar mucho tiempo y plata.

- Era un chiste, no me veo haciendo tiro, pero gracias. Ya me hice a la idea que no voy a ser jugadora olímpica. 

Seguramente, en ese momento, me retó por hablar mientras trabajaba o por no dejar la boca blanda o por cerrar la boca mientras se daba vuelta y yo creía que no me veía (no me veía, pero por algún motivo se daba cuenta de que había cerrado la boca para tragar saliva). Sé que me va a extrañar, no como paciente, sino por nuestras charlas deportivas. Yo lo voy a extrañar, no por ser mi dentista (aunque, dicho sea de paso, gracias por traerme un espejo la vez que te pedí que quería ver la extracción de mi muela, gracias por bancarme las llegadas tardes, gracias por reírte cada vez que te miraba fijo a los ojos porque veía a través del reflejo de tus anteojos cómo arreglabas mi boca). Lo voy a extrañar por permitirme ser parte del tiro argentino al contarme sus historias.

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