Una discusión de ida y vuelta

El Superclásico, dos fotos y una historia posible

Por Delfina Corti y Roberto Parrottino

"Cuando la devoción degenera en dogmatismo o se traslada hacia la violencia verbal e incluso física, no puede decirse simplemente que se haya torcido algo. Es más bien que se ha extraviado el sentido básico del fútbol. Hay una racionalidad inherente al fútbol que permite mantener un compromiso apasionado hacia el equipo propio y, a la vez, tolerar, comprender e incluso apoyar que se anime sentidamente a los equipos ajenos. En ese punto, cuando los hinchas de dos equipos rivales se encuentran, se establece una discusión de ida y vuelta, a menudo de lo más interesante, en la que ambos cuentan con sus razones y con sus pruebas". Simon Critchley, filósofo inglés, en En qué pensamos cuando pensamos en fútbol

Don Torcuato, octubre de 2018

Jugar al fútbol con amigos, comer asado, ir a ver a Boca junto a su hijo. Eso se propuso Román el día que se retiró. Y casi cuatro años después, un fin de semana de octubre, llega temprano a la canchita de Don Torcuato. No es un fin de semana cualquiera: el martes River le ganó a Grêmio en Brasil y el miércoles Boca hizo lo suyo con Palmeiras. En un banco, sentado, está el Payaso. Llegó minutos antes que él. Mientras cae el resto de los pibes, se sienta a su lado y le ceba los últimos mates que quedan en el termo. El día en que Juan Román Riquelme dejó el fútbol, Pablo Aimar sacó pecho de su amistad: "Seguramente siga jugando, pero no será televisado. Él fue un gran jugador de fútbol y ahora tomó la decisión de seguir jugando, pero sin que lo veamos... Sin que lo vean".

Y ahí está el Payaso. Junto a su amigo, teniendo el privilegio de ser uno de los pocos que todavía lo ven jugar. Mientras lo mira cebar, se le viene a la mente aquella foto que se sacaron en 1997. Él con la camiseta de River, y Román con la de Boca. Quizá porque lo ve a Riquelme con la mirada perdida como en aquella foto. Quizá porque esa imagen no necesita palabras para reflejar aquello que los que amamos el fútbol queremos ver en la final. Quizá porque minutos antes de salir de su casa le mandaron un video de Spinetta hablando sobre Boca y River. Quizá porque se pone a pensar qué hubiera pasado si ellos hubieran tenido esta oportunidad que van a tener los equipos de Guillermo y Gallardo.

Román lo mira y le pasa el mate. Los dos están callados, en la suya. Por eso se entienden, por eso son amigos. Muchas veces, están más tiempo en silencio que hablando. Y, antes de devolverle el mate, Pablo hace una pausa y arranca. Como lo hacía en la cancha, como lo hace en la canchita.

-¿Cómo ves el partido que se viene?

Román lo mira. Él no toma aire, no hace ninguna pausa. A Román, no le hace falta porque ya lo veía venir.

-Si vamos a hablar del resultado, no tengo nada para decir. No lo sé. Si vamos a hablar del juego, yo creo que River va a salir a contragolpear como lo hizo la última vez en la Bombonera. Hay cosas que en los clásicos se repiten y, si tenemos en cuenta los últimos partidos, Boca va a tener que estar muy atento del Pity. Es el que hoy hace la diferencia. Si hoy me preguntás, yo ya sé que el Pity algo va a hacer el sábado.
-Si hubiéramos sido nosotros los que hubiéramos tenido la oportunidad de jugar esta final, ¿qué equipo del 97 creés que la hubiera ganado?
-En la Bombonera, hubiéramos ganado nosotros. Y el partido de ida hubiera condicionado mucho el de vuelta.
-Ese año jugaste tu primer clásico, el 3-3, ¿no? Pero todavía no tenían esa mística copera. Nosotros veníamos de ganar la Copa el año anterior. Yo no estoy tan seguro.
-Si vamos a hablar de fútbol, hablemos de fútbol. En aquel partido, erramos un penal, tuvimos varias ocasiones y a mí me pusieron como volante por derecha contra Solari. Eso, en la Copa, no se hubiera repetido.
-Seguramente, no se hubiera repetido... Hubieras jugado de enganche y, ahí, hubieras marcado la diferencia.
-Vos jugabas mejor, gambeteabas a todos. Yo lo único que hacía era pasar la pelota. Corrías distinto, jugabas distinto. Hubiera sido un clásico muy respetado. No nos hubiéramos peleado ni agrandado...

Ambos se respetan dentro y fuera de la cancha. Quizá por eso, las palabras de Spinetta que escuchó le trajeron aquella foto a la mente: "Boca y River nacieron ambos de la Ribera. Hay un gran respeto, es como dice Baudelaire: la derecha quiere ser la izquierda y la izquierda quiere ser la derecha". Pablo se queda pensando en las últimas palabras que Román le soltó y le dice:

-Si un tipo como Enzo entraba al vestuario, te saludaba y te cebaba un mate, ¿te agrandarías vos?

Román empieza a reírse mientras sirve las últimas gotas del termo. Si bien le corresponde tomarse el último mate, se lo pasa a Pablo. Se pone a pensar en sus últimos partidos contra River. "¿Hubiera preferido ganar la Copa en la cancha de Boca o en la de River?", se pregunta. "Disfrutaba más en la cancha de Boca, pero ir a la de River y ganar también es algo único. Son sensaciones únicas", se responde.

-No me hubiera agrandado, pero sí creo que ganar un clásico era sentirte el dueño del país. Y no lo digo porque es un partido a todo o nada. Simplemente, son muchos los hinchas de Boca...

Ahora es el Payaso el que empieza a reírse y a recordar en lo dicho por Riquelme lo que había oído esa mañana de Spinetta: "Yo creo que hay mucho de River en Boca y mucho de Boca en River, actúan como el contrario para incitarse. Por eso cuando hay un Boca-River vos lo sentís desde lo más profundo".

A lo lejos, un par de amigos empiezan a acercarse hacia donde ellos están. Pablo termina el mate, se para y, por atrás, le devuelve aquel abrazo que hace 21 años le dio Román. Ya no están con las casacas de Boca y River, pero se quedan un rato con la mirada perdida. En silencio. Y antes de que los interrumpa alguien, Riquelme se levanta, deja caer la pelota, y se la pasa.

-¿Hoy jugamos juntos?
-Sí, hoy no tengo ganas de ir a buscar otra pelota.

San Petersburgo, noviembre de 2018

-Hijo de puta, se te ve la Copa...

Leandro Paredes mira la foto en el celular de Sebastián Driussi. Están solos en el vestuario del Zenit de San Petersburgo. Son compañeros, amigos, confidentes. Afuera: dos grados, nubes negras, distancias lejanas. "Sos un hijo de puta", le repite, y a Driussi se le ensanchan los labios: en la foto lo abraza, y se asoma el tatuaje de la Copa Libertadores en el antebrazo izquierdo, la que ganó con River en 2015.

-Vamos a hacerla de nuevo.
-Ni en pedo. Dormiste, Lea.
-No seas boludo.
-Te tocó perder.
-Ya vas a ver...
-¿A River campeón?
-Se, claro...

Cinco cuadras de San Justo, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires, separaron las infancias de Paredes y Driussi. Allí se conocieron, en el baby fútbol. Categoría 94, Paredes vivía en el barrio 20 de Junio y jugaba en la Sociedad de Fomento La Justina Este. Categoría 96, Driussi vivía en el barrio San Nicolás y jugaba en el Club 12 de Octubre. Después se encontrarían en Brisas del Sud y pronto se separarían. Paredes iría a las inferiores de Boca, Driussi iría a las inferiores de River. Pero fue mucho más lo en común: sus vidas. Y es, porque en Rusia, ahora, Driussi le devuelve el mate a Paredes.

-En esto son bueno, eh: qué mates hacés, papá.
-Tuve al mejor maestro, a Román. Cuando Trobbiani me dejó afuera del Sudamericano Sub 20 por ser "lagunero", me acuerdo que Román se me acercó con el termo ese gigante que tiene y me dio un mate. Antes de que le dijera algo, me dijo: "Tranquilo, Leandro, yo soy lento". Cada tanto hablo con el loco.
-Vos sabés que cuando Aimar volvió a River, una vez coincidimos en kinesiología, medio a solas. "Tarde o temprano, vas a explotar, tenés todas las condiciones", me tiró. Y encima viste que te lo dice así, con esa voz cordobesa, tranquila, de sabio de la montaña, como bajando del Uritorco.
-Son cracks. Bueno, ¿vamos a hacer la foto de nuevo o ya fue?
-Ya fue, no pasa nada, no fue a propósito, y la Copa la ganamos, ¿o no? Che, ¿al final el primer partido venís a casa y el segundo voy a la tuya? ¿Te parece?
-Tengo otros planes. Después te cuento, pero voy a ir a la Bombonera. El otro, sí, dale.
-¿Qué apostamos?
-Nada, Seba. No me gusta. Debe ser por mi viejo, que jugaba al fútbol por guita en el barrio, ahí en la villita de los paraguayos, y yo veía todo el circo de alrededor. No. Desde ese momento no me gusta apostar, no es por cagazo ni nada.
-¿Quedó buena la foto, no? Ahora la subimos a Instagram y ponemos algo así como "Somos rivales, no enemigos. Disfrutemos de esta histórica final sin violencia".
-De una. Aunque tal vez le falte un mejor encuadre.
-Buenaaa, ¿desde cuándo sabés de fotografía?
-Desde que River se fue a la B.
-Qué pelotudo...

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