Su 8 en mi espalda

En la misma época en que Pep llegó al banco del Barcelona y Messi usó por primera vez la 10, mi hermana pisó aquella ciudad para estudiar ahí durante un año. Yo le había prometido ir a visitarla durante el verano, su invierno. Así fue. A principios del 2009, viajé a Barcelona durante cinco semanas.
Me acuerdo de que llegué un 24 de enero. Resulta que una amiga cumple ese día y lo primero que hice al llegar a España fue llamarla por teléfono para saludarla. Lo segundo, ir al Camp Nou. Mi hermana no me acompañó. Nunca le gustó el fútbol, pero cuando le comenté que el día que llegaba jugaba el Barca de local, me sacó una entrada para ir con una amiga suya. 
Nos ubicamos en la cuarta bandeja. Me acuerdo de que había un viento muy fuerte, lo que no me acuerdo bien era si también llovía. Con el frío, me senté hecha un bollito y escuché por primera vez el himno del Barca en vivo. Jugaban contra el Numancia. Los jugadores llevaban una cinta negra e hicieron un minuto de silencio en el círculo central. Aquel día, fui para ver a Messi. En él tenía puestas las fichas, pero dicen que para enamorarse las expectativas hay que dejarlas de lado. Entré al Camp Nou con los ojos puestos en Lío, pero salí enamorada de Iniesta. Había visto partidos del Barcelona, pero por algún motivo en vivo fue cuando me flechó. En una jugada del primer tiempo, parado en la izquierda, recibió y encaró hacia el centro. Rodeado de cuatro jugadores, soltó la pelota dejando a dos más en el camino. Un pase hermoso para Eto´o que la tiró por arriba. Esa fue su carta de presentación. Me acuerdo de que sonreí, lo que no me acuerdo bien es si también me puse colorada. Durante los 90 minutos, coqueteó con la pelota, tuvo alguna chance de gol, la distribuyó de un lado a otro y en el 2-0 asistió a Eto´o para que ahora sí marcara. Mientras, sentada en la bandeja más alejada del campo, yo coqueteaba con su fútbol. 
Ayer, cuando se retiró del Barcelona pensé en aquella vez que lo vi por primera vez, y en las dos veces que lo vi jugar en vivo. Las dos veces fueron en el 2009. Aquellas cinco semanas, fui cuatro veces al Camp Nou. Iniesta solo jugó en dos. Ayer, después del partido contra la Real, todos los jugadores entraron con la 8 para homenajearlo. Él levantó la copa, festejó con sus compañeros. Dicen que fue al Camp Nou con una caja llena de camisetas para regalárselas a todos los que lo acompañaron durante estos 22 años. Después, a la madrugada, entró solo a la cancha y se quedó tirado en el círculo central con el estadio vacío. Él, la 8 en la espalda y el silencio. Ese número que lo representó durante años. Ese número que con un simple giro de 90º simbolizó a Iniesta desde que anunció su partida. Ese número que elegí llevar en mi camiseta cuando juego con mis amigas desde aquel 2009 que lo vi y me enamoró.

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