El fútbol como pandemia

Bundesliga

Un jugador. En cuanto a goles, Erling Haaland, el chico que duerme con pelotas, parece poderlo todo.

Una historia. Union Berlin, club obrero y contracultural, da pelea no sólo dentro de la cancha.

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Erling Haaland es un monstruo aun en los Geisterpartys, los partidos fantasmas en la reanudación de la Bundesliga, sin hinchas, con apenas 322 personas en el estadio y con sonidos de una canchita de baby fútbol bajo un tinglado de chapa. Haaland, al fin de cuentas, es ese futbolista de 19 años con cara de niño que, puro instinto, metió un gol de 9, atacando el centro del área y abriendo el botín zurdo, en el clásico del Ruhr ante Schalke 04. Fue el primero en el 4-0 de Borussia Dortmund como local. Fue el primer gol en la Bundesliga después de 66 días de parate por pandemia. Festejó con bailecito de personaje de película de Wes Anderson y distanciamiento social.

En cuanto a goles, Haaland parece poderlo todo. En el Mundial Sub 20 Polonia 2019, metió nueve goles en el 12-0 de Noruega a Honduras, máxima goleada en la historia del torneo. En el debut en la Bundesliga, en enero pasado, el Dortmund perdía 3-1 ante Augsburg de visitante. Entró al minuto 55: convirtió tres goles en 20 minutos. Y su nuevo equipo ganó 5-3. Nunca nadie había hecho tres goles saliendo desde el banco de suplentes en la Bundesliga. Entre el Salzburgo de Austria, su anterior club, y Borussia Dortmund, registró diez goles en siete partidos en la Champions League 2019/20. En su debut con Salzburgo en la zona de grupos, ante Genk, había metido otros tres goles en el 6-2.

-¿Qué se siente ser el jugador más joven en marcar un hattrick en su debut en la Champions? -le preguntó un periodista después del partido.

-Se siente muy bien -respondió Haaland.

-¿Algo más?

-Me preguntaste cómo me sentía.

-¿Cuál es el secreto?

-Trabajar duro.

Haaland suele responder corto y sencillo, pero "con un aire deliberado de misterio, acompañado de un brillo travieso en sus ojos", como escribió el periodista Chris Flanagan en la revista FourFour Two. No es timidez: es confianza, y un poco de ironía, juegos de palabras que saca del rap. Haaland no nació en Noruega: nació en Inglaterra, en 2000, cuando su padre, Alfie, jugaba en Leeds United. Ese año, Alfie Haaland -mediocampista de corte defensivo- pasó a Manchester City. Y al año siguiente, en un clásico de Manchester, recibió una patada artera del irlandés Roy Keane. Le rompió los ligamentos. Erling tenía nueve meses. Keane se había vengado de una reprimenda en un partido ante Leeds en 1997. El padre de Erling le había dicho en plena cancha que dejara de simular una lesión. Pero Keane, en el piso, se había roto los ligamentos. "Había esperado mucho tiempo -contó Keane en su autobiografía-. Lo golpeé muy duro. 'Toma ésta, bastardo. Y no vuelvas a mirarme burlándote de falsas lesiones'". Alfie nunca volvió a jugar un partido de titular, le hizo juicio a Keane, regresó a Bryne, al suroeste de Noruega, y se retiró a los 31 años.

El que juega, ahora, es su hijo. Y ante más de 1000 millones de televidentes, un sábado a la tarde de primavera en Alemania, Erling Haaland volvió a darle destino de gol a una pelota en un Westfalenstadion vacío de 80 mil hinchas. Cuando mete tres goles, como en el debut con el Dortmund, como lo hizo cinco veces en el Salzburgo, el goleador aniñado tiene una costumbre: dormir con la pelota que se lleva a su casa. "Son mis novias", ironizó. Haaland suma diez goles en nueve partidos de la Bundesliga, uno cada 55 minutos. "Creo que soy adicto a los goles -dijo una vez el monstruo-. Y es una buena adicción".

Por Roberto Parrottino

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Al sudeste de Berlín, en el distrito de Köpernick, existe un club que se considera rebelde y contracultural. Quizá porque nació en la República Democrática Alemana, en 1966. Quizá porque se creó como un club de trabajadores metalúrgicos que por su hinchada obrera se ganó el apoyo del único sindicato que existía en la RDA. Quizá porque fue refugio de muchos disidentes durante la Guerra Fría. Quizá porque forjó una fuerte rivalidad con el Dynamo Berlin, el equipo de la Stasi -Ministerio para la Seguridad del Estado de la Alemania Democrática-. O, quizá, porque durante aquellos años en el este del muro de Berlín solía repetirse: "No todos los hinchas del Union son enemigos del Estado, pero todos los enemigos del Estado son hinchas del Union".

El 19 de agosto pasado, el Union Berlin jugó su primer partido en la Bundesliga frente a su clásico ideológico, RB Leipzig. Ese día el estadio An der Alten Försterei -Antigua Casa Forestal- estuvo lleno, pero permaneció en silencio durante los primeros 15 minutos del partido como forma de protesta por todo lo que representa RB Leipzig: el fútbol capitalista.

En 2009, la empresa de bebidas energéticas Red Bull se aprovechó de la crisis económica que asfixiaba al club SSV Markestadt, compró su plaza y fundó RB Leipzig. Su nombre oficial es Rasen Ballsport Leipzig porque la Federación Alemana de Fútbol le prohibió Red Bull Leipzig. Gracias a inversiones millonarias, el club logró en siete años conseguir los cuatro ascensos necesarios para llegar a la Bundesliga.

Hace seis años, el Union Berlín y el RB Leipzig se enfrentaron en la segunda división. Aquel día, los hinchas de Union colgaron banderas negras sobre el perímetro de la cancha: "El fútbol necesita participación, fidelidad, emoción, hinchas de pie, tradición, fair play financiero, pasión, transparencia, historia e independencia". Algo que RB Leipzig desconoce y a Union le sobra.

Sus hinchas -los verdaderos dueños del club- crearon campañas para ayudar al Union en momentos en que la Federación Alemana le exigía inversiones económicas inaccesibles al club de la capital. En 2004, "Sangrar por Union" fue una iniciativa en la que un grupo donó sangre con el fin de recaudar fondos para participar en la Liga Regional. Cuatro años más tarde, 2400 hinchas invirtieron 140 mil horas de trabajo con el objetivo de reconstruir el estadio para poder competir en la 2. Bundesliga.

En la Antigua Casa Forestal, todavía el resultado del partido se cambia con la mano. Además, cuentan que sus hinchas jamás silban e insultan en contra de su equipo. Allí, cada vez que juega de local, Union Berlin demuestra que está preparado para luchar por sus valores, que aún existe en la capital alemana un club anticapitalista y contracultural.

Hoy, por primera vez en su historia, sus hinchas hubieran tenido la posibilidad de jugar en la Bundesliga frente a Bayern Munich, un equipo que esta temporada gastó 135 millones de dólares más que "los metalúrgicos". Un club en el que el 25% de sus acciones está en manos de Adidas, Audi y Allianz, a diferencia de Union Berlin, que tiene el 100% de sus acciones en manos de sus socios.

"El tiempo es duro, pero el equipo es duro. Por eso ganamos con nuestra 'unión de hierro'", dice el himno de Union Berlin, club obrero y rebelde, que da pelea no sólo dentro de la cancha.

Por Delfina Corti


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