A tomar por culo

Un día antes de que comenzara el Mundial en Rusia, conocí a tres valencianos. No charlé con ellos, no hizo falta. De la misma manera en que no hizo falta que hablara con el mecánico que trabajaba a dos cuadras de mi casa, sobre Larralde para conocerlo. Miento, una vez le hablé. Le pregunté si sabía dónde había una biciletería por el barrio. Ese fue nuestro único intercambio y, resulta que a pesar de nuestra breve charla, sé que lo conozco. Es bostero. Riquelmista. Eso ya dice un montón. También puedo agregar que no quería que volviera Tévez de China. "Si se fue por plata que ahora no vuelva", dijo una mañana mientras yo caminaba hacia el subte. Según él, Riquelme jamás se hubiera ido a China por plata. Además sé que desde hace algunos años que no va a la bombonera, y que su cuñado y sus sobrinos son de River. Incluso le esuché decir una vez que casi no va al cumple del sobrino después del episodio del gas pimienta. Más allá de la locura del Panadero, el pelado sostenía aquella mañana que iba camino al trabajo que el partido debería haberse jugado. ¡Tenía que terminar! 

Aquellas frases que yo escuchaba decirles a algún colega o vecino mientras caminaba hacia el subte, me permitieron conocerlo. Eran frases que duraban segundos. No más. Lo que tarda uno en pasar por la puerta de una casa. Incluso hubo días que escuché frases sueltas, fuera de contexto, pero viniendo de él yo ya sabía para qué lado iban. "En los partidos difíciles se ponía el equipo al hombro", dijo un lunes después de que Tevez haya jugado mal. Hablaba de Román, de quién si no. 

Mientras caminaba por primera vez por Valencia, un día antes de viajar a Rusia, escuché a tres tacheros discutir fuera de sus autos en una parada de taxis. Ahí conocí al primero: "Cuando vaya a las canchas del país, lo van a silbar. Yo lo voy a silbar", soltó. Horas antes, en el tren camino a Valencia, me había enterado de que a Lopetegui lo habían echado de la Selección y no iba a dirigir a España en el Mundial. Y, mientras el primero terminaba de decir aquella frase, el segundo interrumpió. Dijo que era entendible que quisiera dirigir al Real Madrid, cualquiera hubiera querido hacerlo. Así, con esas palabras, conocí al segundo. "No lo hubiera hecho a espaldas de la Federación", repitió el primero. "Para mí, quería ser echado. Si no, no se explica. Tenía miedo de fracasar con la Selección, firmó con el Madrid y logró lo que buscaba", dijo el tercero mientras se presentaba ante mí. 

Ahí estaban los tres: el que no perdona, el que se pone en el lugar del otro y el que tira títulos sin corroborar la historia. Ahí, en esa esquina los conocí, aunque yo ya los conocía. Y, mientras yo decidí seguir camino, el primero gritó. Como quien grita para que su palabra sea tomada como la única verdad, gritó para hacerles dar cuenta a sus colegas de que su opinión era la única posible. De nuevo, sin repetir nombre, dejó salir lo que sentía: "Quiso ser el puto amo, a tomar por culo".

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