Peppino, el foco del Olímpico

Era la segunda vez que iba a Roma, la primera que pisaba el Olímpico. Entré al sector de prensa. Los periodistas y fotógrafos comían lasaña y tomaban birra. Me senté sola en una mesa, en el rincón de la sala. Mi cara no decía mucho, por dentro estaba feliz. Mientras observaba y escuchaba las charlas, se acercó un fotógrafo con su pechera y me preguntó si la silla que estaba a mi lado estaba ocupada. Le dije que no.

- Entonces se puede sentar el número uno. - afirmó - Peppino, vení. Acá tenés un lugar.

Y en ese momento lo vi. Tenía aproximadamente 80 años. Por un instante, me detuve en la expresión "el número uno" hasta que vi que en su pechera tenía "0001". Se sentó a mi lado con su lasaña y se puso a ver su celular.

- Disculpame. - me dijo - Sabés cómo se desbloquea este aparato. Todavía no lo entiendo.

El celular era touch y, mientras le mostraba cómo deslizar el dedo para acceder a Contactos, me comentó que sus hijos se lo habían regalado para navidad. Sonreí por compromiso. Marqué el número de teléfono que me había pedido y, ahí, terminó nuestra charla.

Para hacer tiempo, me levanté y me compré algo para tomar. Volví a la mesa y, con una chispa que no había tenido antes, me preguntó si había comprado la cerveza o me la habían dado gratis como la comida.

- La compré - contesté y su cara se transformó en ese instante.

- Vos no sos italiana. ¿Española?

- Argentina - dije.

- Soy amigo del Cholo Simeone. - fue lo primero que soltó. Me sorpendió. No es el primer jugador argentino que, generalmente, un extranjero nombra al escuchar nuestro país - Gracias a un gol suyo la Lazio ganó el Scudetto.

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Durante ocho años seguidos, la Juventus y el Milán se repartieron la Liga de Italia. El noveno año parecía ir por el mismo camino: los de Turín iban por un nuevo título. Última fecha del año 2000. Pasó lo que era imposible que pasara. Perdió quien no podía perder y ganó quien no podía ganar. La historia cuenta que la Juve, a ocho fechas del final, le sacaba al equipo de la capital nueve puntos. Sin embargo, entró en un bajón y la Lazio lo aprovechó. En esa squadra, estaba el Cholo Simeone, entre otros jugadores argentinos. En la fecha 31, le marcó un gol al Piacenza y comenzó una racha goleadora que culminaría en aquella Liga con su tanto ante el Reggina.

La historia cuenta que ambos partidos debían comenzar y finalizar en el mismo momento, pero la lluvia retrasó el comienzo del segundo tiempo entre la Juventus y el Perugia.

La Lazio había ganado su partido 3-0, goles de Inzaghi, Verón y Simeone. Los jugadores esperaban en el vestuario lo que no podía pasar y pasó. El Cholo contó una vez que aquel día estuvo solo esperando el final del partido. Sin que nadie le dijera cómo iba. La historia cuenta que estuvo 45 minutos esperando lo imposible hasta que sus compañeros entraron y le dijeron que la Lazio había salido campeón. La Juve había perdido uno a cero en su visita y después de 26 años el equipo de la capital se coronaba con su segundo scudetto.

Peppino estuvo aquella campaña siguiendo a la Lazio. Siempre detrás del arco donde atacaban los biancocelestes. "Recuerdo el gol del Cholo en la última fecha, aquella liga que la Lazio le ganó a la Juve", me dijo. Estaba orgulloso de su amigo, eso me demostró con su mirada. Su admiración se dibujó en su rostro. O eso creí, por varios minutos, hasta que la charla me fue develando su secreto.

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Claro que nuestra conversación siguió por el fútbol argentino y sudamericano. Mientras hablábamos, me entregó su tarjeta de presentación, era una fotocopia de su carnet de fotógrafo de España ´82. Ahí me enteré su nombre, Giuseppe Calzuola, y su fecha de nacimiento: 15 de agosto de 1936. Me insistió en que le escribiera un mail para pedirle varias fotografías, él me iba a mandar sus preferidas.

- Con las cámaras que existen hoy, es más fácil tomar una foto. Sin embargo, yo me quedo con las cámaras viejas. Aquellas que tomaban en blanco y negro. El foco no era el mejor, pero aquellos aparatos fotografiaron a los mejores jugadores. - aseguró y, en ese momento, aprovechó para lanzar - Ahora solo trabajo en Roma, pero años atrás viajaba por toda Italia. ¡Cómo me iba a perder al Nápoli de Maradona!

Y ahí sí cayó en el jugador argentino que se nombra siempre. Me contó que el Diego en Nápoles era Dios, algo que todos sabemos. Y agregó que cuando le mandara el mail, me enviaría lo que, según para él, era una de las mejores fotos que había sacado en su carrera.

Una semana después me llegó. Ahí estaba Maradona peleando una pelota con Franco Baresi, leyenda en la defensa del Milan. La pelota está en el aire. El 6 rossonero tiene estirada la pierna para despejarla, pero aún más arriba de su pierna está la del Diego. La tiene atada en el aire, gracias a un salto que olvida su estatura.

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El 1 de octubre de 1989, el Nápoli de Maradona recibía al Milan de Baresi. El partido se tiñó de azzurro con los dos goles de Carnevale y uno del 10 napolitano. Finalizado el partido, un periodista se acercó hacia Diego y le preguntó con una tonada jocosa: "¿Cada vez que hacés un gol te vas con una camiseta nueva?". Maradona había abandonado sus colores por el rossonero del Milan. En la espalda, llevaba el mítico número 6. Como si los periodistas no lo supieran, mientras seguía camino al vestuario, Diego le explicó como quien le explica a alguien que nunca escuchó hablar de Franco Baresi: "Esta camiseta es de un grandísimo jugador. Pienso que Franco Baresi es el mejor defensor y, por eso, me voy a quedar con esto para toda la vida". Años después repetiría su admiración en una entrevista donde le preguntaron por Sergio Ramos: "Para mí, no es un crack. Ojo que lo respeto muchísimo, pero la generación actual de defensores está muy lejos de aquella de mis tiempos. Baresi, Vierchowood, Alexanko, Migueli... ¡Aquellos sí eran defensores con personalidad!".

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Los fotógrafos comenzaron a juntarse y Peppino me dijo que tenía que entrar a la cancha. Me recordó que le enviara el mail así me mandaba algunas fotos a su elección. Me contó que ese día no mucha gente había ido a la cancha a ver Roma-Napoli por un presunto paro de algunos tifosi. Me explicó algo a las apuradas que nunca entendí, pero antes de irse me dijo dos cosas. La primera, que tenía que volver para ver un clásico capitalino porque siempre dejan alguna anécdota que contar. La segunda, me la susurró al oído y se fue con una risa pícara. Minutos antes, cuando me dijo que para él Totti era el mejor jugador italiano que había visto y que por desgracia el tiempo no podía frenarse, afirmé lo que me había llamado la atención cuando me habló del gol del Cholo al Reggina. Aquella expresión en su cara al hablar de Totti no era la misma que había soltado cuando me habló de aquel título: una mostraba respeto, la otra era amor. Y con lo que me dijo al oído, lo corroboré.

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"El símbolo dice que se marchará si la Roma no hace un equipo fuerte. Me imagino que sus hinchas tendrán en cuenta sus palabras. Yo pagaría para poder jugar en la Lazio", dijo Paolo Di Canio la semana previa al derby capitalino, Lazio - Roma. La figura celeste volvió al club de sus amores aquella temporada, luego de 16 años. Era su regreso y, acorde a su personalidad, comenzó a jugar el partido. La respuesta no tardó. Totti apareció en la escena y le dio su réplica: "Él habla de símbolos, pero creo recordar que ese Di Canio fue el que se marchó a la Juve diciendo que prefería ser uno más en Turín que la bandera laziale". El partido había comenzado a jugarse los días previos al encuentro y se postergó luego del pitido final del árbitro.

Stadio Olímpico, 6 de enero del 2005, decimoséptima fecha de la Liga. La Lazio estrenaba DT y recibía a la Roma quien llegaba como favorita. En el minuto 29, Di Canio volvió a marcar en un derby luego de un excelente pase vertical de Liverani. Le ganó a su marca, quedó enfrentado al arquero y, sin pararla, le rompió el arco. El partido se ponía 1- 0. Su festejo fue eufórico, anticipando lo que vendría minutos después con el pitido final y la victoria de la Lazio por 3-1. El jugador corrió hacia la curva norte donde se encontraban los tifosi celestes y celebró el gol con el saludo fascista.

Ahí estaba Peppino. "Las mejores fotos son aquellas irrepetibles", me dijo. Aquella era, por lo tanto, una de las mejores. Brazo en alto y una frase en la remera que acompañaba ese gesto: "Existen dos maneras de regresar de una batalla: con la cabeza del enemigo o sin la propia".

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A la semana, le mandé un mail como él me había pedido y me atreví a preguntarle si podría llamarlo para que me contara un poco más. Me respondió que estaba encantado porque yo le había escrito, que lo llamara cuando quisiera y que me mandaba la foto del Diego - entre otras - y le comentara qué pensaba acerca de ellas.

Lo llamé una tarde fiorentina y, sorprendido, me contó sobre sus comienzos. Me dijo que había nacido en Gubbio, que sus primeros recuerdos sobre el fútbol lo llevan a su hermano mayor quien jugaba en el club de su ciudad. A su papá nunca le gustó el calcio y, por lo tanto, hasta grande no simpatizó por ningún equipo.

En los ´60, gracias a un amigo, se mudó junto a él a Roma y allí empezó su carrera de fotógrafo. "Si bien alguna vez había sacado alguna foto, nunca me lo había tomado muy en serio. Sin embargo, viajé con él a la capital y seguí sus pasos", me contó desde el otro lado del teléfono. Esto lo llevó al Olímpico a comienzos de los ´70. "Tengo 40 años en los estadios del mundo, - título que usó para su primer libro de fotografía - cinco mundiales y doce finales de Champions", agregó.

- Si tuvieras que elegir un partido desde atrás del arco, ¿cuál elegirías?

- Sin duda, la final de España ´82. Era mi primer mundial e Italia se consagró campeón. Después, cualquier clásico capitalino.

Durante aquel mundial, Peppino cubrió todos los partidos de su selección. Italia llegó a la final luego de tres empates en la primera fase contra Perú, Polonia y Camerún. Gracias a los goles a favor, pasó como segunda de grupo, detrás de Polonia. En la segunda fase, le ganó 2-1 a Argentina y 3-2 a Brasil. En semifinales, se las volvió a ver con Polonia. Esta vez, ganó 2-0 y esperó en la final a Alemania Federal quien venció por penales a Francia en la semifinal.

Algo similar a lo que ocurriría años después en Brasil ´14, toda España hinchaba por Alemania a pesar de haber perdido contra ellos en la segunda fase. Italia se enfrentaba contra dos países. Sin embargo, la historia quiso que Peppino pudiera ver detrás del arco, pudiera gritas tres veces detrás del arco y festejara junto a los jugadores la tercera Copa Mundial de Italia. Sin dudas, era su mejor recuerdo dentro del rectángulo.

- Y si te pregunto la inversa.

- La final de Champions entre la Juventus y Liverpool en Heysel.

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El fútbol italiano enfrentaba al fútbol inglés. Los ingleses venían dominando el territorio europeo: habían ganado siete de las últimas ocho competiciones. El calcio estaba en ascenso luego de haber ganado el mundial en España ´82. El Liverpool se enfrentaba a la Juventus en la final de la Copa de Europa - actual Liga de Campeones - en el Estadio de Heysel, Bélgica. El 29 de mayo de 1985, una hora previa al comienzo del partido, detrás de uno de los arcos comenzó la tragedia.

Lo que nosotros conocemos como popular estaba dividida en tres sectores: zona Y, X, Z. En la zona central, estaban los hooligans del Liverpool. La zona Z era neutral: había belgas e italianos de la Juventus.

El episodio se veía venir. Durante años, había crecido la masa de hinchas violentos en Inglaterra. Durante el día, la historia cuenta que Bruselas había sido saqueada por los ingleses: autos y negocios robados, peleas y destrozos en toda la ciudad. Esta violencia se llevó a la cancha. Mientras los hinchas esperaban el comienzo del partido, los hooligans que estaban en la zona X comenzaron a lanzar botellas y a agredir a los tifosi de la zona Z. La separación entre ambas partes era deficiente. La valla metálica cedió y la tragedia comenzó. Los italianos se desplazaron hacia las paredes para alejarse de los ingleses y ahí se produjo la mayoría de las muertes: "Asfixias, pisotones, cráneos rotos y hierros que atravesaron cuerpos fueron las principales causas", contaron los diarios al día siguiente.

La final, para sorpresa de todos los presentes en el estadio, se jugó con una hora y 25 minutos de retraso. La Juventus se consagró campeón, el resultado fue 1-0. La historia cuenta que, mientras se disputaba el partido, todavía había cadáveres en la cancha. Ante la crítica mundial, el jefe de Policía belga y el alcalde de la ciudad dijeron que el partido debió jugarse para evitar, de este modo, una posible guerra civil.

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Antes de cortar, Peppino me prometió mandarme más fotos. Así lo hizo. Cuando corté, me acordé de una foto que había visto en su Facebook: el Papa estaba saludando a una masa de gente y en un rincón se podía ver a un hombre con una cámara de fotos. "Mientras todos le dan la mano, yo le saco una foto", decía en el epígrafe. Aquella frase me vino a la mente al recordar la segunda cosa que me había dicho en la sala de prensa del Olímpico. Su voz mostraba admiración y respeto cuando me habló de Maradona, Conti, Totti y Falcao. Su sonrisa se dibujó cuando me contó sobre España ´82. Sin embargo, su mirada cuando me narró el gol del Cholo a la Juventus, o cuando me expresó su deseo de que Giovanni Simeone jugara en el equipo biancoceleste o me contó aquella final de la Copa de Italia en la cual se consagró la Lazio - me adelantó lo que me diría minutos antes de entrar a la cancha. Rodeado de periodistas romanistas, se acercó hacia mí y con una sonrisa cómplice soltó: "Te cuento un secreto, yo soy laziali".


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